
Cr. Luis Alberto Dalcol,
El epígrafe es copia textual del título expuesto en el Capítulo VIII de los “Ensayos Completos (II)” de Montaigne. Allí escribe: “Dicen los sabios que el joven debe hacer preparativos y el viejo gozarlos, y el mayor vicio que hallan en nosotros es que rejuvenecemos nuestros deseos sin cesar y siempre estamos empezando a vivir”. Más adelante pregunta, a quien siendo decrépito, “¿para qué estudiaba?”; y se responde “para vivir mejor y con más sosiego”.
El hombre creyente es ayudado por Dios. A todos, por la filosofía que lo acerca al saber. Por la antropología que le aporta el origen, evolución y desarrollo; por la sociología en sus relaciones en sociedad. La medicina, la sicología, la siquiatría en su salud individual física y mental; la pedagogía para llevarlo a mejor aprender; la lingüística en el lenguaje y la comunicación. Así innumerables disciplinas relacionadas con la vida que le aportan sostén y facilidad.
Al tiempo llega la oportunidad de la vejez, y se hace presente la gerontología – el auxilio especializado – dedicado a esa etapa. Se arriman conceptos sabios y genéricos, como que no es una enfermedad, que es una parte de la vida, que hay que aceptarla y disfrutarla de la mejor manera posible.
Quienes no somos especializados pero ya hemos empezado esta etapa también tenemos la conformidad de hablar de ella y transmitir las experiencias que encontramos en esta parte del viaje.
Aparece como beneficioso ponerse – aún más – en actitud de agradecimiento por todo lo recibido y por el regalo de poder estar vivo para transitarla. Aquí, no hay espacio para quejas, malestares o pensamientos negativos, temerosos. Todos los días son lindos. El tiempo vivido sirve para confirmar o darnos cuenta que la mayoría de los problemas que creíamos íbamos a tener no los tuvimos y que ser optimistas y no tan exigentes mejora la vida misma.
Que ha sido útil la actividad permanente, física y mental; y que en esta etapa no debe abandonarse, con los límites que permiten el cuerpo y la cabeza.
Llegamos con la convicción del real beneficio recibido en la contención familiar y en la amistad; nos cabe la obligación de su divulgación; que por más que haya escollos y tropiezos el balance es superavitario e insuperable. Para ello la tolerancia y el respeto juegan un papel de importancia.
Es normal no estar bien. Lo importante es saberlo y superarlo, porque lo incierto es peor que lo malo. No saberlo no da la posibilidad de la solución, malo pero sabido nos da la alternativa de su reversión.
Ser curioso, servicial, diligente, predispuesto. Leer y aprender. Estar activo y de buen humor son actitudes y prácticas provechosas que alejan la toxicidad, que es negativa y contraria al bienestar.
Platón murió a los 80 años enseñando en la Academia de Atenas, hace más de dos centurias aC.; podemos seguir su ejemplo.