Cr. Luis Alberto Dalcol,
Reflexiones para un Nuevo Año.
Por el paso en nuestro Colegio Nacional Luis Clavarino, sección comercial anexa, en la asignatura de Instrucción Cívica quedaron conceptos breves de Estado y de Nación. El Estado, “la Nación jurídicamente organizada”; la Nación, el “conjunto de familias unidas por vínculos del pasado, presente y futuro”.
En lecturas posteriores observé que los griegos presocráticos, ya percibían a las familias como un clan que lo constituía padre, madre, hijos y esclavo. Este último partícipe sensatamente excluido por la civilización en generaciones posteriores. Más adelante en el tiempo, los romanos conciben las fratrías; una especie de organización social que hoy podríamos asimilar a una mutual; uniones de personas o familias para la ayuda en la necesidad común. Era la extensión de la amalgama familiar y su factor adhesivo.
Esta palabra fratrías, está vinculada a nuestra castiza fraternidad, que según el diccionario de la R.A.E. significa: “unión entre hermanos o entre los que se tratan como tales”. El término fraternidad fue tan fuerte en su época, que compartió la triada junto a libertad e igualdad con la que se identificó la Revolución Francesa y la declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789. No la invalida que previamente el escritor suizo J. J. Rousseau, en su Contrato Social, ya haya hecho mención de ellas; y que desde allí posiblemente fuera tomada.
Sobre la libertad, se puede generalizar que ha primado en el mundo. Compite con el autoritarismo, pero este no ha sido más eficiente en lo político, en lo social, en lo económico. Los sistemas con predominancia, asentados y más aceptados se basan en la libertad.
En cuanto a la igualdad, la sociedad ha percibido que en la libertad es difícil que conviva, principalmente la igualdad económica. Somos distintos, hacemos diferentes esfuerzos, tenemos variados capacidades. En lo político sí; hemos logrado la igualdad del voto sin condicionamiento alguno.
Seguramente el concepto más relegado de los tres, sea el de fraternidad. Existe en la sociedad un claro reconocimiento emocional, formal, ideal; mas no se lo aprecia en lo fáctico. Nos hemos materializado. Si bien concurren acciones e instituciones muy valiosas que se ocupan incansablemente del tema, la situación de fragilidad humana que existe en muchas partes del mundo es preocupante. Aquí la fraternidad muestra una palidez en sus logros.
Nuestro sistema capitalista liberal, que actualmente también aplican las administraciones autoritarias, consideran que ha sido la mejor forma para aumentar la producción de bienes y servicios; lo que es cierto. Que la situación ha evolucionado favorablemente, y que de haber utilizado otro camino, los resultados hubiesen sido aún más deprimentes. Si así fuere falta mucho. Deberíamos agregar que habría sido por la búsqueda del interés propio y no por la fraternal ayuda la que mejorara el propósito.
Posiblemente la cuestión radique en la forma de la asistencia; porque es infalible, el indigente debe “salir” solo, con su esfuerzo. Se debe detectar su talento no desarrollado y capacitarlo para ubicarlo en la vida. La ayuda temporal del ingreso no sirve. J.M. Keynes decía que lo peor de un mal es que sea “aguantable”, pues la demora de su solución correcta lo agranda. Ayudémosle a conocerse a sí mismo y luego sí, el empujón que no debe ser permanente.
Es notorio y visible, que la fraternidad es el objetivo menos desarrollado. Un pasivo social que merece pronta atención y cuidado; y que podemos empezar a madurar en comienzos de un nuevo año.