Cr. Luis Alberto Dalcol,
Se habla poco de las deudas. Las deudas son compromisos a cumplir. Cuando se necesitan recursos y no se los tiene se los puede solicitar a un banco, a un financista o al mismo proveedor del bien o del servicio. Como todo, hay veces resultan provechosas y otras veces no.
Existen muchas clasificaciones de deuda, pero la principal y que aquí interesa reflexionar es la siguiente; la que se apoya en la pregunta: ¿para qué se necesitan los recursos ajenos que luego se tendrán que devolver con intereses? O la similar: ¿Cuál va a ser el destino de la deuda?.
Estos interrogantes básicos tiene sólo dos respuestas elementales:
1) para cancelar gastos corrientes,
2) para invertir y ganar en productividad.
Si la respuesta encaja en el punto 1), hay que detenerse. No se debe tomar el compromiso del endeudamiento sin antes no se analiza el origen del desfasaje, de la ecuación de la rentabilidad. Si se está teniendo pérdidas. En dicho caso, se deben revisar los ingresos, si existen posibilidad de incrementarlos por aumento comercial en la fuerza de ventas u otra posibilidad alternativa. En los egresos, diferenciar los variables que dependen de las ventas y los fijos que son de estructura y existen aunque no se venda, para corregirlos a la baja. El endeudamiento para cancelar gastos corrientes no tiene razón de ser, excepto para situaciones muy acotadas, excepcionales y temporales que tenemos la seguridad de superar. Si no se gana, no se tendrán recursos para repagar el crédito y empeoraremos el negocio. En este caso el endeudamiento no es útil, solo posterga el problema y transforma al negocio en un azar que depende de cosas externas al mismo, que por albur cambien favorablemente. Es un juego y no es racional.
Si la respuesta está en el punto 2) se deberá hacer una planificación que evalúe la nueva rentabilidad por aumento de la productividad y analizar el tiempo de repago del préstamo. Así aseguraremos la capacidad del reembolso sin crear cuellos financieros de faltantes de recursos. Con esta respuesta la asistencia financiera es de beneficio, necesaria, imprescindible.
Nuestro país con el flagelo inflacionario y las tasas negativas fue propenso al endeudamiento. Es más, se ganaba con las deudas, era como un anexo de ingresos financieros al negocio; porque el incremento de los precios superaban las tasas y el sobre estoqueo generaba ingresos. Los tiempos cambian. Si bien no existe la seguridad de la estabilidad y todavía no se ha desprendido el temor de perder existencias y no poder reponerlas; para eso cualquier respuesta aún es una aventura.
Las deudas requieren de cuidado y estudio previo, externo e interno a la actividad desarrollada.
El negocio requiere de un capital de trabajo adecuado. El capital de trabajo es la diferencia entre las disponibilidades y las deudas de corto plazo. El capital de trabajo debe ser positivo y acorde con el flujo de las cobranzas y pagos a proveedores; debe estar relacionado con el stock para la rotación requerida.
Las deudas afectan directamente el capital de trabajo que es fundamental para operar adecuadamente. El endeudamiento no puede inquietarlo; de ocurrir ello se entra en una situación de riesgo que puede ser inicio de un no regreso inadvertido.
No se desconoce lo elemental de la anotación. Interesa recordar lo obvio, más cuando el río está revuelto.