Cr. Luis Alberto Dalcol, 12/2021
Si este fuera el título referido al futbol nuestro país sería un escándalo. El epígrafe marca el puesto obtenido en educación, el peor en su historia, y no ha conmovido. La evaluación de 2019, realizada por Unesco – con otros 16 países de la región – para alumnos de primaria de tercer y sexto grado en asuntos de matemática, lengua y ciencias sociales nos colocó en ese lugar. La muestra, aunque diferente, confirmó los resultados de las pruebas PISA.
Al respecto, esta nota conjetura que el problema argentino es básicamente de educación, fundamentalmente de la educación de los responsables que la administran y la han administrado en las últimas décadas.
No existe un test a que fuesen expuestos los funcionarios y demás partícipes en dichas áreas. De su compromiso de dirección y de todo su recorrido. Desde ministros, docentes, sindicatos, y demás influyentes; por ello, el respaldo a la hipótesis propuesta no se asienta en exámenes sobre su participación. Se consolida sí, en las declaraciones y en las ejecuciones visibles; y, fundamentalmente en los efectos de sus acciones que colocaran al país en posición de decadencia al ubicarla en una secuela negativa y de degradación en la educación de quienes tendrán la responsabilidad de conducir en el futuro; que eso sí ha sido testeado.
Esta cuestión de la educación en la niñez es la irresponsabilidad más importante que dejan las generaciones dirigenciales vinculadas. Es un presente que compromete el por hacer de dichas personas y de la sociedad toda.
Los números del P.B.I., del déficit fiscal, de la balanza comercial, de la deuda, incluso de la inseguridad resultan irrelevantes ante la debacle educativa expuesta, pues ellos derivan de la deficiente educación provista a la ciudadanía. Así no podrán superar la magra herencia que les dejamos; y que, sin beneficio de inventario, recibirán y deberán convivir y modificar.
Sarmiento priorizó la educación. Analizó cual era la mejor. Relegó la europea y se alineó con la americana y fue por ella. Trajo maestras y le dio un apoyo e importancia que no ha sido repetido a lo largo de nuestra historia.
La noticia de la Unesco, que todos presumíamos, ya lo confirmó: Argentina no educa en forma eficiente.
No existe otra posibilidad que concluir con interrogantes:
¿Qué más debemos esperar? ¿Qué más deben esperar los que administran el país para que se ocupen de lo esencial, que es la educación?.
¿No habrá que empezar por examinar a los responsables en conducir y ejecutarla para convalidar o deshechar la teoría de figuración planteada en el párrafo segundo y evitar esta anticipada condena a nuestra infancia y a las generaciones futuras? .