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25 de Mayo 1008

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La  incorrecta y grosera forma en el uso del lenguaje público actual  mueve a esta reflexión.

Sustancialmente porque el lenguaje se constituye en el principal instrumento para producir la comunicación adecuada. Debemos aceptar que la persona que está en la función pública – al actuar – su proceder representa y está expuesto a la escucha y visión de muchos conciudadanos. En cierta forma produce cultura que es imitada y se incorpora por hábito a la conducta natural.

El uso descortés y chapucero se observa en las formas y en la utilización de palabras vulgares, ofensivas e impropias para construir una buena comunicación. Desatinadas al nivel del mensaje y del mensajero. No son ejemplares, son infelices ejemplos.

Aquí se presumen de conocidas. No es necesario hacer mayores referencias a ellas pues es tan frecuente y extendida que provocan falta de respeto evidente. No hace falta citarlas. Avergüenza referenciarlas o repetirlas.

Es más, algunos creen que es el modo presente (y futuro) para conquistar adeptos. Que es la nueva representación comunicativa para llegar, para captar.

El problema posiblemente radique en que quien se expresa de la manera que aquí se observa no sea un perfil buscado para seducir seguidores   sino que se constituye en una condición que ya  tenga incorporada.

Produce mayor inquietud el hecho  que no existe en los grupos sociales a los que pertenecen un reconocimiento al desvío o una intensión correctiva ante el sobrepase que aparenta estar en plena expansión.

El llamado “progre” normalmente corre velos aceptados. El lenguaje es constitutivo para la integración social y, como fuera insinuado, hace a la deferencia hacia el otro. A la consideración, a la tolerancia, al recato, al trato amable y respetuoso.

Todas las expresiones que implícitamente esta nota amonesta, tienen la posibilidad de ser expuestas sin trasgredir la compostura, el civismo y la calma. El uso de las formas y de las palabras extremas desfavorece la comprensión de las ideas, pues des focaliza el interés de lo sustantivo por el mal uso del adjetivo desaforado, y así no colabora al diálogo posible que nos lleve al entendimiento; propósito mínimo del lenguaje.

Se ha dicho mil veces que el lenguaje es lo más humano que existe, nos cabe la responsabilidad de  cuidarlo celosamente.

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