Se entiende por cepo la intervención estatal en el mercado de cambio de divisas. Así, existe un dólar oficial y otros con distintas denominaciones, obviamente más onerosos.
No existe un mercado libre donde se pueda adquirir dólares al precio oficial. Si se necesitan, se debe recurrir a otro mercado a un precio mayor. El uso del dólar oficial se circunscribe – principalmente – al comercio internacional.
Cuando se exporta, el exportador lo hace en dólares, mas no recibe los dólares físicos; sino que se le acredita en pesos argentinos el equivalente al valor oficial. A un menor valor real. Los dólares se los queda el Estado. Aquí la diferencia no afecta el índice de inflación porque son precios extra frontera, sí perturba la producción interna de los bienes exportables.
Ahora bien, cuando el importador compra en el exterior, el precio en dólares es a precio oficial. Es decir al precio del dólar que no existe, o mejor dicho que lo regula el Estado y que es de menor valor. Si el cepo no existiera el importador debería pagar el dólar del mercado libre que no conocemos, pero que sabemos es mayor; porque en contrario no estaría regulado. La brecha actual ronda el 30/40 %.
En consecuencia todos los bienes que tienen un componente importado y que integran la canasta en la cual se basa el índice que mide la inflación están afectados por el cepo cambiario; porque son valorados a un precio inferior del real que luego se refleja en la confección del índice inflacionario que se publica.
Este es un hecho inobjetable.
La postergación del levantamiento del cepo, que todos parecen compartir, se causa en la incertidumbre de la variación en el tipo de cambio y en el reflejo en los precios por la contención que fuera antes resaltada.
Si no hay un plan económico integrado, elevar reservas con nuevos endeudamientos no es sensato; los dólares se irían por fuera del sistema a engrosar atesoramientos y nos quedaríamos con mayor compromiso sin solucionar el problema.
Ocuparse del equilibrio fiscal y de la emisión cero, es necesario pero no es suficiente. Se aprecian objetivos aislados mas no totalizados en un plan de emergencia global como requiere la situación.
La confianza se construye con conductas y resultados, el mercado aparenta no visualizarlos. Menos en las formas, con modalidades de agresión inadecuadas cuando no se alinean a un pensamiento. Se reconoce el personalismo y se lo intenta justificar en “él es así”. Nada de liberal, sí de autoritario.
Se puede decir y hacer – con firmeza – lo mismo, con decoro, respeto y sin gritos. Alza la voz quien no tiene razón. Sin plan la devaluación anterior se fue a la oferta (las empresas) – a los precios – y el costo lo pagó la demanda (el consumidor). Esperemos no se reitere el error de inicio y se elabore un plan temporal de acomodamiento de todas las variables, no solo de las financieras, que solo procuran postergar el aprieto.
Cr. Luis Alberto Dalcol, 08/2024