Cr. Luis Alberto Dalcol.
Algunos magos, previo a sus actos, suelen expresar “puede fallar”. Resulta una forma preventiva de reducir posibles daños de reputación ante la eventualidad que el conejo no salga de la galera.
El Presidente Milei en campaña apostó por el dólar. Luego, en su ejercicio, denostó con adjetivos descalificativos severos a nuestro signo monetario. La prensa internacional especializada informa que durante este año la moneda que más se valorizó es el peso argentino. Evidentemente en estos asuntos también se puede fallar.
Esta realidad no proyectada por el gobierno no es mala, en contrario, es de beneficio. Tener una moneda con mayor poder adquisitivo es un logro de credibilidad. Acarrea sí, la responsabilidad de que esa revalorización se transforme en consistente, permanente. Sus efectos inmediatos producen preocupación. Encarecimiento del
producto nacional en el exterior y reducción del precio del producto extranjero en nuestro país. Agravado, por los
países que han perdido valor en sus monedas, como sucediera en Brasil. Lo que puede presagiar una reducción en la actividad económica si no se toman las medidas adecuadas.
En futuro se verá la fortaleza y la calidad de nuestra economía pública y privada, garantes en mantener la relación alcanzada y que no derive en una nueva devaluación de nuestro peso.
Para proteger esta valoración obtenida el único camino genuino es la productividad, tanto en el sector público como en el sector privado. Ahora sí, se van a ver los verdaderos competentes, los auténticos virtuosos; tanto en la administración estatal como en el nivel privado. Existen otros atajos que no son legítimos y que a la larga se cobran una mayor privación.
EL CAMINO DE LA PRODUCTIVIDAD
La productividad es simple de entender, pero su obtención es para calificados. La productividad es el aumento de la producción por unidad de insumo aplicado. En brevedad, producir más con menor costo. Ello requiere de estudios de productos y de procesos; y, de todos los elementos gravitantes.
El Estado deberá cumplir con sus funciones mejorando su administración con costos más bajos. Debe actuar como si compitiera con otro Estado en la eficiencia de su administración. Por ejemplo, con la eliminación de estructuras improductivas, no elevar gastos en los Poderes del Estado como ocurriera en el corriente año, ataque irrenunciable a los fondos reservados y a la corrupción que asombra cada día más. Mejorar su oficio con reducción de gastos para que derive en baja de impuestos y colabore con las empresas en su continuidad de producción.
Las empresas, ante esta situación no deberán mutar a la comodidad de la importación para permanecer y asumir la responsabilidad de continuar en la elaboración que ocupa personas. Tendrán que revisar toda la estructura de costos para que al final se alcance un producto competitivo, demandado por calidad y precio. Deberán aportar creatividad y hacer frente a la nueva realidad; y en la estabilidad, adecuar márgenes de ganancias. Los demás grupos de poder, como los sindicatos, también deberán participar y colaborar para mantener la fuente laboral.
El dilema del momento es productividad o devaluación. Aunque resulte obvio, el sendero virtuoso es el de la productividad. Requiere de sacrificio, pero es el antídoto natural que corresponde y que beneficiará a todos.