Cr. Luis Alberto Dalcol, 05/2025
Montaigne, en Ensayos Completos, narra una anécdota de Demócrito cuando el afamado filósofo come higos y percibe al ingerirlos de una “inusitada dulzura”. En búsqueda de su motivo se levanta de la mesa para averiguarlo. La criada, que ve su preocupación, le dice que ella había puesto la fruta en una fuente que tenía miel. Demócrito se enoja porque le habían sacado la posibilidad de averiguarlo y le expresa: “Me has disgustado – le amonestó -, pero no dejaré por ello de investigar esta causa como si fuese natural”.
Esta cita es una muestra, no usual, donde la pasión por el saber prevalece a la razón; pues aflora la obsesión de querer encontrar el camino del saber, cuando ya se conocía la causa de lo que se quería discernir.
LOS GRIEGOS Y LA FILOSOFÍA
En superación a la mitología los griegos descubren la filosofía, y ésta en su evolución ciñe sus objetivos. Ese amor al saber estaba, en un principio, dirigido a todas las ciencias. Cuando éstas comienzan a dividirse en nuevas especialidades la filosofía se limita a la ontología (al ser en general) y a la gnoseología (al conocimiento).
Filosofar es simplemente pensar, y resulta interesante que entre sus distintas preocupaciones esté la de observar la posición de la pasión y la razón en la conducta del hombre. Si en su actuación es influenciada por igual o alguna de ellas se impone a la otra. Existen adhesiones a ambas posturas, aunque asoma una supremacía genérica en la cuestión emotiva.
Así se llega a definir al hombre como un ser apasionado que razona, que otorga nítida prioridad al sentimiento. Pues aunque nos concebimos racionales, sin percibirlo somos más emocionales; es evidente que reaccionamos emocionalmente.
No obstante lo dicho, Aristóteles, que se preocupó por esta cuestión, dejó una expresión severa y firme – que en cierto modo revierte la valorización anterior – al afirmar que: “La ley es razón libre de pasión”. Es una frase sin referencia subjetiva, en la que advierte sobre un elemento objetivo esencial en las relaciones humanas – la ley – a la que excluye de pasión.
ADMISIBLE DISTINCIÓN
La incidencia en el pensar o la conducta del hombre resultan ambiguas. En una generalidad y para dar un ejemplo de observación trasciende que, en el ámbito del deporte o de la política, la pasión avasalla; en el espacio del conocimiento duro la razón deviene en irreemplazable.
El cerebro es uno solo y en el cohabitan – y funcionan – ambas, la lógica y la emoción. Posiblemente la razón la aventaje en un cuestión relevante, pues ésta está más dispuesta al acuerdo, a la conciliación; en contrario, la pasión es más radical y menos animada a la escucha, a los cambios, a las armonías. La mezcla ayuda, no es bueno ser entusiasta por solo una de ellas; sería un exceso y eso no es recomendable.
Esta entelequia, esta imaginación deviene de mucho tiempo atrás; y, posiblemente, su tránsito futuro sea interminable.