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25 de Mayo 1008

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ASOCIATE

Cr. Luis Alberto Dalcol,.

Tomado por la libertad de expresión, traslado una experiencia sobre la educación que deja el estar vinculado durante 18 años como alumno y 31 años como docente en niveles terciario y universitario. Resulta obvio aclarar que no era la realidad actual, donde un dispositivo reserva información (no conocimiento) – y que en su manejo – el educando, nativo digital, en algunas oportunidades está al nivel o supera a su maestro.

Al optar por Perito Mercantil no existió acceso formal a la pedagogía y a la didáctica. Mis hermanas mayores eligieron el magisterio y me posibilitaron la lectura de libros exigidos sobre dichas asignaturas. Una lectura voluntaria, rebelde, cuestionadora. Luego se agregaron cursos relacionados con la enseñanza.

En simpleza, concebí a la educación en dos partes, una externa y otra interna. A la primera la circunscribí a la educación institucionalizada que se recibe y que está centralizada en la escuela, en la facultad. La segunda, como la que se puede generar personalmente, sin el rigor ni la exigencia del claustro; sino del propio interés.

El primer enfoque, guiado, se dirige principalmente a acumular conocimiento; ayuda a ver lo pensado y a comprender los textos. A la convivencia entre pares y el respeto al superior. Asumida su vital importancia, pretendí adquirir otras formas o habilidades que permitieran el desarrollo personal. Esta segunda orientación, reconoce a la primera y se subordina, está vinculada; la suma y enriquece. La segunda instrucción, que cada uno tuviere la capacidad de avanzar solo, la ajustaba a que arribado a lo pensado se aprendiera a pensar, que es lo que habían hecho los autores de lo pensado enseñado. Después se apreció, en la educación formal, una evolución en ese sentido.

En cuanto a la comprensión de textos lo tomé como fundamental. Observé también que sabía – y realmente había alcanzado un texto – cuando tenía capacidad de trasmitirlo. Imaginaba su consumación en el traslado. Si el receptor captaba lo que quería transferir. Posiblemente ese haya sido el motivo del paso por la actividad docente. Obviamente que la lectura (toda), la experiencia, los cursos y diálogos de cooperación son imprescindibles en el camino de aprender. La lectoescritura es el inicio. Inquieta que actualmente se la realice sobre dispositivos (teléfono, tablet, ¿próximo lentes?); y se alejen del lápiz y del papel. Su continuidad en el ChatGPT, asimila a editar; y para revisar se requiere de conocimiento superior al texto en análisis. Por ahora es impreciso y aconsejable para cuando ya se sabe. La pantalla constituye un instrumento más, del cual no hay que abusar. No ser “choferes” del mouse en palabas G. Guadalupe.

De regreso a la instrucción, no se puede desconocer otra fuente importante y fundamental – que puede ir en paralelo – y es la que da la ocupación en entidades colegiadas y principalmente las que origina el trabajo, el desarrollo laboral, y esencialmente el arte.

Se acaba el espacio y el mensaje o intención de esta anotación es revitalizar la didáctica propia, la autodidáctica; como un modo interesante para completar, avivar y solucionar el problema de aprender. Como siempre, la atención y la curiosidad – tan simples – aparecen de fundamentales promotoras. Son la particularidad de la autodidáctica. La que, apoyada en la búsqueda de lo pensado – con arranque, energía, y disciplina – vaya por el agregado particular que la aumenta y ennoblece significativamente.

El aprendizaje personal no es socio afectivo, físico ni espiritual; mas es libre, voluntario, interesado. El desarrollo individual no es egoísta, tiene objetivo comunitario; y no lo debemos desaprovechar.

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