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25 de Mayo 1008

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Cr. Luis Alberto Dalcol,

¿Qué significa leer?. Leer es comprender lo escrito, entender un texto, descifrar. Leer es  alimentar el intelecto, como  nutre la comida al cuerpo o el ejercicio físico al músculo. No todo  comestible o ejercicio  es bueno, para ello están los especialistas que tamizan, seleccionan y ordenan. De similar manera la lectura debe someterse a la actitud y a la consideración crítica.

Borges, eximio escritor, solo se reconocía como buen lector. Se intuye en su dedicación, su preponderancia a la leída ante el pergamino de su carta. Aunque ambos intimen en lo más profundo. Leer es básico, es fundamental. Leer todo es elemental. Hacerlo con previsión de cuidado, de sospecha, de duda, de confirmación; es inevitable. Distinguir el objetivo, el interés, la necesidad, el deseo de la información confiada resulta esencial. Hay muchas fuentes traviesas en la difusión del pensamiento que  afectan la lectura;  su forma analítica,  valida y acepta  la que prospera.

SOBRE LEER TODO

Hace poco leí el título de un artículo. El título, no su texto. Allí paré. El interés de la  lectura se  estancó, no pude leer su contenido. Leer su título me detuvo. Lo intenté nuevamente y fue en vano. Por  ello advierto de las  reservas sobre la continuidad de leer esta anotación.

El artículo estaba escrito por un Profesor Universitario, era publicado en un diario destacado, de circulación nacional. Su título era: “CUANDO LA A.I. ARGUMENTA MEJOR”. Me impactó mucho, y para mal. Me espantó y ahuyentó. Brotó la expresión ¡qué disparate!. Reitero la barbaridad, no  había leído el contenido (y no lo leí) y lo descalifiqué. No supe superar el rótulo que invitaba a su leyenda y que daba pie a su tenor y contexto. Pensé – en  presunción – que su invitación no me sonaba edificante. Y no lo leí. En esa instancia inicial, ejercí mi actitud crítica de omitir su lectura.

OBSTÁCULOS

Si bien comienza con un tiempo o anuncia una circunstancia, “Cuando …”; los estorbos en mi mente, de mi freno, radicaron en lo siguiente. El epígrafe exponía “Cuando la A.I. argumenta mejor”. Descarté el adverbio relativo inicial. Me pregunté: ¿con quién compara la argumentación?, ¿con los humanos?. Forcé otro interrogante: ¿con otra A.I.? .

Busqué respuestas y me contesté con preguntas: ¿Quién crea la A.I.? pues,  nosotros, los humanos afirmé. ¿Qué hace la A.I.?  acopia datos que producimos o descubrimos, igualmente, los humanos. La otra A.I. citada, también es generada por humanos. El proceso aplicado y desarrollado en la A.I. es obra de matemática y lógica que emana de  humanos.

SIN ESCAPE Y ENCERRADO

Del título no supe correr. Sí, me quedé con una certeza y dos dudas. Las dudas fueron, cómo  hizo el autor para evaluar la disputa de quién es mejor para argumentar y  cómo toma conocimiento para asegurar  y representar  – en conducta y capacidad – a todos los humanos. La certeza plena, la obtuve en la propia honestidad del reconocimiento  – que se desprende en la confesión del título -, en cuanto a que el autor acepta que él, no argumenta mejor que la A.I. .

Porque la conciencia, es conocer, incluso el bien y el mal. Y ello es solo de humanos. A la que la A.I. nunca accederá. Ningún argumento lo suplantará y por consiguiente no podrá elaborar o tener una demostración mejor que la humana. Es imprudente hacer  referencia a un texto ignorado. Siempre debe leerse todo. Se lo expone producto de la debilidad   precipitada, de considerar factible rechazar  un texto en su nacimiento. Desde la raíz, desde el título; y no está bien.

Esta anotación necesita de un cierre. En  pensamiento borgeano, el leedor  supera al  narrador. En consecuencia, queda la falleba en manos de cada lector.

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