Por Luis Alberto Dalcol
En un interesante artículo publicado en The New York Times, con la pluma de Paul Krugman, se reflexiona sobre inflación y emisión monetaria en Estados Unidos.
El disparador fue la propuesta de un candidato de (Donald) Trump que, en contra de la emisión monetaria del presidente (Joe) Biden, propone el disparate de cambiar el dólar por el bitcoin; para que así los “gastócratas” (sic) no licuen su moneda.
Es cierto que la emisión monetaria se ha elevado y ha servido para financiar el gasto público que no cubren los impuestos recaudados. Pero para analizar la situación hay que diferenciar la realidad americana desde la óptica de ese país.
En principio debe aceptarse que el déficit no es bueno, salvo como medida de excepción en circunstancias causada y por tiempos acotados. Las administraciones públicas deben limitar su desarrollo gubernamental a su capacidad de recaudación sin que ésta afecte la productividad y la competencia en la economía.
El autor de la nota expone -y aquí se quiere destacar, aunque todos lo sepamos- que la moneda americana es una divisa, aceptada por los norteamericanos y por los no norteamericanos, y que es usada para ahorrar en todo el mundo.
Cuando Estados Unidos emite dólares una parte queda en el país y si no se corresponde con un aumento en la producción puede ir a precios, pero una gran porción de la emisión es absorbida fuera de dicha jurisdicción. Los otros estados la requieren y la retienen para constituir sus reservas y procuran que no se desvalorice. Por otra parte, los gobiernos y los particulares – se reitera, no norteamericanos – la demandan para sus negocios (blancos y fundamentalmente grises y oscuros); y, esa moneda, no queda en el circuito económico americano y no afecta los precios internos.
Es más, la “producción” del dólar ha de ser una de las mercancías que más benefician a la economía de Estados Unidos porque no tiene costo y se la “exporta” a su valor nominal. La emisión monetaria que egresa ha de ser uno de los negocios más redituable de su economía. El mundo ayuda a financiar el déficit de Estados Unidos.
El país del norte se lo ha ganado por haber logrado confianza y credibilidad. El mundo se dolarizó y ahora todos – los que tiene esos dólares – son los principales y los más preocupados por mantener su valorización, pues sí el valor decae también disminuyen sus reservas comparativas. Se lo ha ganado aún después de sacarle el respaldo en oro que hasta 1971 sostenía la Reserva Federal. Hoy su valor se basa en la pura y absoluta creencia de la solidez de su economía. Así, la calificación despectiva – al inicio de la nota – a la propuesta de cambio por el uso de la criptomoneda mencionada no resulta exagerada ni infundada.
La realidad de nuestro país no tiene la más mínima posibilidad de comparación con la situación descripta. En razón de ello no se hace ningún cotejo, excepto la obvia y ultra evidencia de que nuestra moneda – que nos es aceptada interna ni externamente – hace que toda la emisión monetaria se pose en los precios de los bienes internos existentes y que esa sea la principal causa de la inflación.