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25 de Mayo 1008

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Cr. Luis Alberto Dalcol,  11/2020

Estimulado por un escritor que introdujo su conferencia con el interrogante: ¿qué puedo decir yo que no hayan dicho los griegos? se arrima  un pensamiento de Platón sobre el Estado que elaborara en períodos vacilantes como de manera recurrente presenta el mundo desde que es tal.

El filósofo especula sobre el Estado perfecto, al que otorga gobernantes con autoridad que no  puede ser enfrentada por ninguna casta; que se mantiene total y permanentemente unida. Con guardianes, guerreros y artesanos. Súbitos sin educación y Justicia en correspondencia con ese Estado pulcro. Indudablemente, presenta una sociedad dependiente del control. También se ocupa de las formas degenerativas del Estado a las que califica como decadentes. En realidad son maneras de gobernar el Estado, acomodadas a las tensiones económicas y de clase que ha conocido hasta el momento en la  Grecia anterior a los 24 siglos que nos separan de su existencia.

MODELOS MARCHITOS Y ORDENADOS.

El filósofo acepta al Estado como la mejor (y más antigua) experiencia de vida política. Distingue cuatro formas decadentes de gobernarlo. Las nomina: timocracia, oligarquía, democracia y tiranía. Las expone en esa cronología, pues  a cada una de ellas las concibe como caída de la etapa precedente.

El Estado timócrata es su primera manifestación, el operado por los nobles. Con marcado tinte insaciable y ambicioso. De origen, tribal, patriarcal y feudal; destaca su debilidad en la estabilidad generacional.

La avaricia o el egoísmo que identifica esta primera forma la descomponen. Se desune y degenera en el segundo molde, que es la oligarquía. La dirección en manos de pocos. Principalmente de ricos, que frenan y no dejan acceder a los pobres a los cargos; porque no superar los parámetros de fortuna impuesto por aquellos.

Instalados los poderosos visualiza que son abordados por los necesitados. Se descuella la igualdad por sobre las diferencias de caudales que reinaba y entonces aflora la mayoría. Así, la oligarquía deviene y da lugar al tercer paradigma: a la democracia. A la democracia la ve nacer como un triunfo de los indigentes.

Pronostica discrepancias y antagonismos entre pobres y ricos. La hostilidad de los pobres hace aparecer al líder que conoce de sus disconformidades, y – en la misma democracia – imagina transformar a ésta en el cuarto estadio: en  la tiranía.

El tirano, el  último paso, es el que explota la pelea entre los ricos y los pobres.

EPILOGO

Este ligero extracto no pretende sintetizar el pensamiento del filósofo. Es un esbozo que se acerca con intención de revelarlo a quienes no están ligados a la política para madurar sobre la apreciación intelectual del pensador e intentar  disparar  otros pensamientos. Preguntarse si la humanidad no está en deuda o si ha sido poco creativa en concebir  alternativas formales de conducción, superadoras a las expuestas; o sí, fatalmente, no es posible encausar la relación entre el Estado y el hombre, por las propias particularidades de su comportamiento en relación a un ente superior, con sus conciudadanos y sus gobernantes.

Algunos politólogos actualmente se interrogan sobre la necesidad de repensar la democracia.

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