Ponerse en el lugar del otro – del “Diego” – como sugiere la canción de Manu Chao, aporta para comprender situaciones y conductas. Aquí se usa el giro para intentar arrimar una visión opuesta a la intromisión del Estado en la empresa privada Vicentin.
En principio convengamos que las empresas nacen, maduran y mueren. En el mundo, las empresas que superan los 250 años son muy pocas. Permanecer es difícil, crecer es más; y tienta. Se necesita de equilibrios y de mayores previsiones.
Normalmente, la dirección que comanda el crecimiento no participa de su nacimiento. Los negocios son cambiantes y están en permanente puja con otros operadores, con otros intereses. No en vano al crecer se lo asocia con la palabra crisis.
Toda empresa tiene objetivos de expansión. Si ese propósito se desarrolla con intensidad desmedida es probable que ponga en riesgo su existencia. Agrandarse asemeja a un proceso de conservación y destrucción al mismo tiempo. En supuestos de aprietos – si es viable – la ley prevé un camino ordenado que protege su continuidad; cambios de la titularidad u otros, respetando la equidad en el perjuicio de los acreedores.
Si yo fuera el gobierno
Si yo fuera el Gobierno del Estado no convocaría al Directorio ni a los asesores de Vicentin para que rescaten al país de su situación económica, para que arreglen la deuda externa o para que lo saquen del default presente. Los actuales administradores de la empresa no han dado muestras o aptitudes para la tarea. Posicionaron al nonagenario emprendimiento en cesación de pagos y le abrieron un concurso preventivo.
Si yo fuera Vicentin
Si yo fuera Vicentin no acordaría con el Estado para que la administre y recupere la economía de la empresa. Seguiría en negociación procurando acuerdos en el proceso judicial en que se encuentra. Los gobiernos del Estado no han mostrado capacidad para administrar el país, lo han ubicado por novena vez en incumplimientos similares a los de la empresa. No existen antecedentes de administraciones estatales exitosas con empresas privadas.
Si yo fuera el poder
Si yo fuera el Poder Ejecutivo o el Poder Legislativo dejaría que siga el curso judicial sin interferir en el Poder Judicial. No obligaría con intervenciones o expropiaciones. No daría señales equívocas al capital en relación a la propiedad privada y a la inversión extranjera. No usaría la palabra extranjerización; el capital hace tiempo que perdió la nacionalidad e invierte en la jurisdicción que le provee mayor seguridad jurídica, productividad y rendimiento. Nuestro país creció con capital local y mayormente con el foráneo. Necesitamos recursos sin interesar su nacionalidad, que generen puestos de trabajo sometido a las leyes locales. Necesitamos exportar. No resulta un buen estímulo para Ford, Toyota y otras empresas con sede central en otros países.
Si yo fuera argentino
Si yo fuera argentino, como lo soy, respetaría las leyes vigentes y evitaría que me hagan cargo de las deudas de una empresa privada.