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25 de Mayo 1008

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Cr. Luis Alberto Dalcol,

Luego que Francisco advirtiera sobre su visión: “No estamos viviendo simplemente una época de cambio, sino un cambio de época” se ha generado un diálogo o coloquio global interesante. En principio, con resultados de afirmación popular a la orientación papal. Aquí, solo peregrinas reflexiones.

Del mito pasamos al logos. Hoy la física cuántica advierte sobre otra realidad, cuestiona la lógica clásica del “es” o “no es” (nunca juntos) por el de superposición. Actualmente no se  determina el estado. Hasta que se lo mide no se lo conoce. Antes se medía lo que existía, hoy se mide para saber sí existe.

La percepción de transitar un “cambio de época” y no de una “época de cambio” es importante. Pues no trata de un asunto de trueque u orden de palabras, sino de un pensamiento  más profundo. Es reconocer un tiempo en final y otro de inicio. Uno en vías de concluir y otro por nacer.

El cambio es una modificación, una alteración; la época se identifica con un espacio de tiempo, un período o una duración. El cambio es de rutina, una normalidad, de ajustes menores. Que ocurra en la época, requiere de atención. El cambio en la época conlleva una relevancia  mayor. Mayúscula  en su magnitud, porque transforma. Cambia de forma, incluso de lo que se calificara de inmutable. Se florea la disrupción.

Cuando se unen dos palabras – cuando se las usa unidas –  y luego cuando se intercambian, no reportan lo mismo. De igual manera el intercambio de otras palabras no percuten de similar forma. Verbigracia,  entre  “Política Económica y Economía Política” y “Cambio de Época y Época de Cambio”, existe una diferencia  muy notable. No son cercanas en su excelencia.  

La Económica Política es la idea, la teoría, las posibilidades; la Política Económica es la praxis, la aplicación de lo pensado. Porque política es manejo, en este caso de lo económico. Mas, con el Cambio y con la Época, no se  presenta de transformaciones específicas; sino de dos términos eminentemente móviles, sensibles, globales y por sobre todo incluyentes; incluido  lo político y  lo económico, aunque suene en redundancia. En resumen, el mundo  varía mucho más que la oferta propuesta de la política y de la economía. El cambio de época afecta a éstas y no en su inversa. Conmueve íntegramente y de raíz al universo.

El cambio de época  es  la evolución  de las partes que pertenecen e integran  nuestro hábitat, nuestra naturaleza. Es la modificación del todo. Que perturba en definitiva  al hombre, a las conductas humanas, en  sus relaciones y el espacio donde vive. Será otro tiempo, porque vendrá otro tiempo;  esperanzado,  superior.

Demandará de adaptaciones. Será mejor, porque la historia nos indica que en cambios de época pasados los seres humanos han mostrado mejorías considerables que renueva ese devenir provechoso. Más allá de que alguno  intente  cambiar el mundo y no muestre capacidad de cambiarse a sí mismo.

Los ruidosos normalmente son callados por los hechos de los silenciosos. De los que estudian, investigan y se preocupan por el otro. Porque el cambio a venir ya existía, solo se lo descubre y se lo arrima.

Todos somos igualmente responsables, de igual forma  beneficiados del esfuerzo humano que recibimos, al que debemos estar permanentemente abiertos y agradecidos.

La historia no terminará aquí; porque a éste, obviamente, le sucederán otros cambios de época. 

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