Cr. Luis Alberto Dalcol, 03/2022
La primera acepción que el diccionario expone al término conciencia es el de “propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y las modificaciones que en sí mismo experimenta”. Como sinónimos de dicha palabra se encuentran – entre otras – gnosis, razón, saber.
Actuar a conciencia, asemeja a proceder con conocimiento. Tener noción de lo que se está haciendo.
Desde la óptica común, no de la jurídica, cuando existe una norma y uno actúa en contra de ella a sabiendas, ejerce la objeción de conciencia. La objeción de conciencia aparece como un permiso que nos damos ante una obligación general establecida. Asentada en nuestros valores, principios o convicciones, respetando siempre la razonabilidad de la convivencia. Por eso, posiblemente, el límite de esta práctica individual, que es eminentemente de réplica, lo sea el que no provoque daño a otra persona o al grupo de pertenencia. Porque la objeción de conciencia es un accionar en contra de lo normado.
Cuando uno pertenece a un grupo y se conviene determinada actuación de la cual personalmente no se acuerda y se le atribuye un valor innegociable – normalmente – se para en la objeción de conciencia y se excluye de la decisión del conjunto. Es altamente difícil conformar un agregado social en que se coincida en todas las líneas que marca la mayoría y por la cual se decide de esa forma. Si reinara la unanimidad, no mejoraría la situación, pues se le estaría otorgando el derecho de veto a una sola persona que desarmaría cualquier intento de dicha comunidad.
Estas cuestiones nos ocurren a todos los que conformamos alguna comisión en entidades de manejo o gobierno colectivo. Es altamente saludable que cada uno de los que la integran actúe de acuerdo a sus convicciones respetando y guiándose por el objetivo de la organización en la cual se participa. Así se enriquece. Por contrario cuando se ejerce un liderazgo autoritario, se impermeabiliza la participación; es posible que se personalice y que se perjudique al ente convocante.
Por esta situación la rotación es virtuosa. La rotación implica, o requiere, de la formación continua de nuevos cuadros de dirigentes.
Este breve viaje que termina aquí, que comenzó con la conciencia y culminó con la rotación, pretende que no sea dislocado y que arrime incentivo para que se sumen más personas a las entidades no gubernamentales locales; a los clubes, a las comisiones barriales, sindicales y demás organizaciones sociales, para tomar responsabilidades de participación y de futura conducción. Obviamente, la política también debería tomar razón de ello. Las entidades locales ayudan a conformar nuestra pujante y viva sociedad, de la cual todos nos sentimos sanamente orgullosos y es nuestro el deber de cuidarla y de acrecentarla.