Valga dos aclaraciones de inicio. La palabra apología, del griego apó y logos (“en defensa de” y “razón”), identifica un discurso de carácter laudatorio, elogioso; ordinariamente se la usa para resaltar algo negativo como la “apología del delito”. Esta anotación destaca una posición positiva, de ponderación. El enfoque está dirigido nítidamente a justificar la organización no gubernamental, a la institución no politizada.
En ese sentido nuestra ciudad tiene un distintivo prodigioso y fantástico, constituido por la diversidad de entidades civiles que sostienen el entramado social de nuestra comunidad.
Ayudan a nuestros compueblanos y gobernantes en cuestiones de salud o educación; o de cualquier servicio requerido atendido a través de comisiones que hacen gestiones para solucionar problemas. Exigen a las autoridades para dar cumplimiento a sus objetivos; porque saben, porque están más cerca del problema y se dirigen directamente a solucionarlos. Porque en definitiva es su único interés.
Cada entidad – por sus hechos – se gana su reputación, su reconocimiento. Se visibiliza cuando organizan eventos en búsqueda de recursos donde el apoyo y la compañía de la sociedad es notable, obviamente que queda espacio para que sea mayor. Allí proveen un doble beneficio, pues además de generar fondos necesarios para su objetivo específico se preocupan por acercarnos espectáculos culturales de los que podemos gozar y disfrutar.
Impresiona la cantidad de personas que dan su tiempo graciosamente para preocuparse por dificultades de todos. Por los niños al nacer, por personas discapacitadas, hasta por el cuidado de nuestro medio ambiente.
Estas entidades no compiten con el gobierno, lo ayudan. Tienen menos medios pero mayor capacidad de captación de la necesidad, porque los que la integran conocen, son voluntarios y no actúan por obligación; sino por amor, vocación, altruismo. Son entidades nobles, integradas por personas generosas, desinteresadas que aportan su conocimiento, su tiempo y su dinero. Y además se exponen a las críticas, principalmente de los que no hacen nada.
La función de los clubes es formidable. No es extraño que alguno pronto se identifique como Club Educativo y Deportivo. Contienen a chicos y jóvenes; encausándolos en valores y respecto y los alejan de la calle y de los vicios.
Es un tema donde el espacio siempre resulta insuficiente. Debemos apoyarlas, crear otras nuevas si se observa una cuestión no atendida; pues se constituyen en los pilares de nuestra organización.
Nuestra Municipalidad registra más de 60 asociaciones sin considerar los clubes citados, cooperadoras, consejos profesionales, comisiones vecinales y otras, que seguramente superan las 150. A un promedio de 10 personas por entidad tenemos un mínimo de 1.500 ciudadanos que son responsables, porque responden a la comunidad en que viven.
Por sobre todo debemos agradecer el beneficio que las mismas aportan a nuestra ciudad. Se reitera, constituyen el distintivo principal y la base fundamental de nuestra organización social no formal.
Agregado a la gratitud esta nota quiere invitar a la incorporación de más solidarios para aliviar la carga de los que ya están, para mejorar o crear nuevos grupos de acción, para que se integren y acompañen al vecino y a la comunidad toda en la acción formal de sus gobernantes.
Sanamente arrogante de nuestra ciudad, enormes gracias a todas las entidades privadas insinuadas.
Cr. Luis Alberto Dalcol, 10/2024