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Cr. Luis Alberto Dalcol, 03/2022

Uno de los términos más sensibles del lenguaje político es la palabra ajuste, más precisamente el ajuste económico. Ningún sector de la política quiere quedar pegado. No desean que se los identifique como los autores o promotores del  difamado y desacreditado ajuste económico. Especulan.

Los hechos demuestran que todos quieren jugar después del ajuste, como lo hicieran Kirchner – Lavagna  con Duhalde – Remes Lenicov. Pronto la historia reubicará los encomios de quienes ordenan y de quienes desaprovechan el camino despejado y retornan a este circuito repetido. Los efectos en la economía no son súbitos, son lentos; pero inevitables. Los desacoples económicos de esta crisis tienen inicios desde 2005. La inflación, el déficit fiscal y de la balanza comercial y el avance estatal dieron señales de recomenzar por esa fecha. Ahora habrá que ordenarlo y pagarlo.

El país está sumido en este presente por los desajustes, que no gozan del desprestigio como  los ajustes. Aunque sea la causa, por la que deberían preocuparse y ocuparse los dirigentes. Tratar de no calificar de autores del desajuste  o de continuadores del desajuste, más que vilipendiar el ajuste ineludible que debemos solventar por los errores pasados cometidos.

El ajuste debe su existencia al desajuste. Sin desajustes no  hay ajustes. Indubitablemente un ajuste es una contracción económica que perjudica a todos y no por igual, como en el presente; mas busca un orden, una luz, que permita arribar a una situación de equilibrio, para que desde allí prime la sensatez de organizar y crear la confianza que atraiga inversiones de riesgo, propias y externas, para crear trabajo y producción. ¿ quien puede creer que los errores, los desaciertos, no tienen costo ? ¿ Quien puede tener interés de invertir con este panorama de descrédito?. No existe acceso al mercado voluntario de capitales para la financiación de  proyectos.

Este extravío lo visualiza la mayoría de la gente, no así la política. A la política le interesa  el poder más que  la solución del problema. Al uso  de la palabra especulación se le puede agregar la de ignorancia o la de mala fe, que no resultan  exageradas; las abona la actual situación de desbarajuste económico producto de manejos desequilibrados; de  derechos otorgados en forma excesiva, de burocracia desmedida creada en relación a la capacidad real que la economía privada puede sostener, avivada por la incompetencia y por la corrupción.

El creador de riquezas está desorientado, invadido, desanimado por el entorno hostil en el que desarrolla su actividad. Agotado y desalentado ante un discurso izquierdeado inconsistente y fracasado que no tiene a ningún país como referencia. Las ideas propuestas y el equipo que las ejecuta no dan esperanzas de solucionar los problemas.

El ajuste económico adecuado se sintetiza en equilibrar las cuentas genuinamente y en crear un espacio estable y competitivo para la producción. Los partidos políticos deben aportar los técnicos económicos, y estos hacer un plan real, con reformas estructurales. Sin reformas es una continuidad y no habrá cambios. Toda la fuerza política debe alinearse en apoyo a un programa. La crisis no permite egos.

El gobierno debe reconfigurarse. Constituir el poder real en el Presidente. Evitar discursos ofensivos, buscar consensos. Dar el ejemplo en el sacrificio. Excluir  extremos, alinearse a la Constitución Nacional y conformar un nuevo cuerpo  técnico  capaz, eficiente y ejecutivo que reconozca la realidad y actúe en consecuencia. El ajuste deviene del desajuste, porque se ajusta lo que está desajustado. Lo que está ajustado no necesita ajuste.

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