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Cr. Luis Alberto Dalcol, 08/2022

Vivimos en un mundo con guerras, incluso en países centralizados; con desequilibrios climáticos que aumentan sus frecuencias y magnitudes. Nuestro país está en continua emergencia y con servicios en salud mental casi colapsados. Impera un pensamiento escéptico y decae el optimismo.

En este panorama temeroso puede ayudarnos Voltaire, que con reconocida pulcritud, escribiera “Cándido”, y sus aventuras con su amada Cunegunda, con los búlgaros y con el maestro Pangloss, entre otros. 

Se transcriben aquí dos diálogos de la breve obra vinculados con la descripción inicial.

Uno nace en una plática con una pregunta directa de Cándido: “¿ con que designio le parece a Ud. que fuese creado el mundo?”. “Con el designio de hacernos rabiar”, le respondieron; a lo que Cándido replica: “¿Es Ud. de opinión de que siempre se hayan ocupado los hombres en destruirse mutuamente, como sucede ahora? ¿Cree Ud. que siempre hayan sido embusteros, cautelosos, pérfidos, ingratos, salteadores, débiles, inconstantes, viles, envidiosos, tragones, borrachos, avarientos, ambiciosos, crueles, calumniadores, disipados, fanáticos, hipócritas y tontos?”. A lo que le alegaron con otro interrogante: “¿Cree Ud. que los gavilanes hayan acostumbrado siempre comerse cuantas palomas hayan podido pillar?”. “Sí, que lo creo”, dijo Cándido. Entonces le manifestaron “ si los gavilanes han conservado siempre su carácter ¿por qué quiere Ud. que los hombres hayan mudado el suyo?”.

En otro pasaje posterior al descripto, hace mención a una visita “al filósofo más sabio de Turquía” que se inicia con el siguiente diálogo: “Maestro, venimos a preguntarte para qué fin ha sido criado  este incomprensible animal que llamamos hombre”. El musulmán le responde: “Y ¿quién os mete a vosotros en averiguarlo?”. Cándido le dice:”Pero no negará Ud., reverendísimo padre, que hay una horrible cantidad de mal sobre la tierra”. “¿Y qué importa – replicó el viejo – que haya mal o haya bien?”. El mencionado Pangloss que acompañaba a Cándido le pregunta: “¿ … cual debe ser nuestra conducta, y que sistema debemos adoptar?”. A lo que el derviche respondió: “Gozar, o sufrir y callar siempre”, luego “cerró su puerta y echó cerrojo”. Es una herejía extraer en forma antojadiza fragmentos de un texto estructurado, mas el optimismo en Voltaire y su particular justificación, nos pinta – al menos – que sus interrogantes, que ya nos habían anticipado los griegos,  siguen vigentes y aparecen de permanentes.

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